Los altos costos de los terrenos y la falta de espacios en los corredores inmobiliarios más cotizados de las grandes ciudades del país propician que los desarrolladores hagan todo lo posible por “sacarle jugo” a sus inversiones mediante la construcción de grandes edificios, incluso rascacielos.
El primero del siglo XXI fue Torre Mayor, de 225 metros de altura, inaugurado en 2003, en la capital del país. Pasó más de una década para tener al siguiente: en 2016 se inauguró Torre BBVA Bancomer, de 234 metros, y Torre Reforma, de 244, también en la Ciudad de México.
Pero el récord de altura, hasta ahora, lo tiene Torre KOI, en Monterrey, con sus 279.5 metros, en operación desde el año pasado.
El dinero para levantar estos gigantes sale de fuentes diversas, desde fortunas familiares, hasta tesorerías corporativas y fideicomisos inmobiliarios o fibras, y su vocación apunta hacia los usos mixtos.